Buscando a ciegas la Bocca della Veritá.
Y vuelve otra vez la exhibición
impúdica de la sarnosa roña nacional. Se ha consumido la holganza del estío, en
la que los mamarrachos del cinismo se han
solazado para su moreneo y, como si
de lo más normal del mundo se tratara, abre de nuevo los portones de la impúdica
Spanish fashion permanent. Se trata
de este vetusto caserón de desvergüenza, fratricidio y superchería en el que nos vemos
enlodados casi históricamente. Pero este parece ser, de forma irremediable,
nuestro obligado y sempiterno albergue nacional.
Desde el mismo minuto uno del nuevo curso político (así llaman a una
nueva ristra de manipulación, engaño y destrozo social) la farándula de los
truhanes, chapuceros y rufianes se ha tirado de nuevo a las calles. Han perorateado a espita gutural abierta,
cada uno en su blindado feudo, sus particulares bondades, aciertos y
excelencias, y se han quedado repletos cual odres de lomo de porcino entre
mantecas. Todo es mentira y todo involución.
Y una vez más, la gran orquesta del periodismo nacional les pone música, les corea, les sigue, les discute, les brinda cámara; en definitiva les hace el caldo gordo. Todo se convierte en imagen, en debate, en declaraciones, en reuniones; en chanza e histrionismo; en alimento confortabilizador de las inertes y sufridas masas. Bien saben ellos que el miedo paraliza como el gas sarín y divide más que una brecha sísmica. El poder y la iglesia siempre se han servido de ello con pingües rendimientos. Y, además, mientras los chistes nos repletan y aflojan, no solemos gritar.
Todo esto nos entretendría si tras el escenario, entre las bambalinas, el pueblo llano no estuviera chapoteando en la sentina del fango y de las heces que ellos han producido y siguen produciendo cada día. Son sus ratas las que muerden a los más desprotegidos (Y no voy a hacer relación de los millones de infectados por sus ponzoñas víricas).
Sólo un plante nacional pacífico puede lograr que toda esta chusma de
inútiles y malvados se marche a pastar a sus majadas. Este país necesita otra
gente que crea, ame y proyecte. Lo demás ya está visto y, lo que es peor es que
está también, trágicamente padecido.
J.Y.
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