jueves, 15 de marzo de 2018

(63 15.03.2018) Las palabras aladas.







Las  palabras  aladas
 

A media mañana, la plaza Yamaa el Fna, de Marrakech,  era un hermoso hervidero. El humo y el olor de los asadores de carne se expandían a sus anchas, y el dorado de los pescados fritos expuestos al sol los hacía parecer piezas de orfebrería. Los tenderetes de frutas, de verduras y de baratijas, de cueros y babuchas, de pañuelos y pasamanerías se volcaban a la luz. A la vez, los cubículos de los barberos, sanadores y dentistas, los músicos ambulantes, los acróbatas y los encantadores de serpientes aportaban un colorido, una sonoridad y un aroma a un espacio que, cada día, se convertía en incomparable. Las terrazas del Café de France, L´Alhambra o Glacier, exhibían a sus habituales ociosos. Salpicados, por aquí y por allá, se veían turistas de miradas encendidas de incredulidad y emoción. Todo ello, era como un apasionado cinturón que se empeñara en preservar el prodigio.

El narrador de historias evolucionaba con ampulosos  ademanes, abría con desmesura sus ojos o los entornaba, pronunciaba las palabras con contundencia o susurraba su narración como con un vientecillo que buscara esconderse. Un grupo de soñadores lo seguía con claro embeleso. El muchacho se acercó. Sus dieciséis años, vestidos con el blancor de su chilaba recién planchada, lo hacían parecer como fulgurante de plata. De inmediato, se emocionó con la historia que el relator les estaba contando. Al parecer, las hermosas palabras de amor, si era puro, podían volar como mariposas blancas con libertad desde el soplo del enamorado hasta las preciosas manos de la amada.  Bahssin abrió los ojos y la boca con enorme sorpresa, pero también su mente y su emoción. Metió la mano en su bolsillo y palpó las monedas que llevaba. Su corazón le dio un salto.

Un poco más allá, el escritor de mensajes estaba sentado en el suelo, guarecido del sol, bajo su enorme paraguas negro. Sus útiles de escribir bien ordenados. Bahssin sabía escribir, pero una bella caligrafía era como dotar de alas a las palabras. Mordiendo su impaciencia, el muchacho esperó a que el escribano terminara un documento legal para un demandante. Cuando llegó su turno, le preguntó si podía escribirle el cuento de las palabras bellas que eran capaces, como mariposas blancas, de volar sin ninguna barrera. El hombre lo conocía bien. Ajustaron el precio y esperó con sofocado anhelo. Trazos preciosos fueron posándose sobre el limpio papel.

Su vecina Aisha tenía sólo doce años pero  Bahssin no podía dejar ni un momento de pensar en ella. Solo podía verla desde su terraza cuando ella salía a su patio, pero eso le había sido suficiente para enloquecer. No podía dormir, ni rezar, ni razonar, ni siquiera comer pensando en ella. Cuando tuvo la carta perfumada, pagó el trabajo, la guardó en su pecho y se fue a su casa con celeridad y emoción. Esperó todo el día al acecho, también casi toda la tarde. Cuando, por fin, vio a Aisha salir a su patio, rompió la carta en trocitos, chistó envuelto en rubor para que ella levantara la vista, y entonces aventó los pedacitos que tenía en el cuenco de sus manos. Fue, en verdad, una lluvia preciosa de flores de jazmín. De inmediato, se escondió. Observó cómo ella los iba reuniendo, uno a uno, con sus preciosas manos decoradas con henna, cogiéndolos del suelo, de su pelo, de entre las plantas y la ropa tendida, del lomo de su gato...

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Pablo se emocionó al ver en su teléfono que Raquel lo llamaba. La noche anterior, tras mucho tiempo de amor sincero y encendido anhelo, al fin, habían tenido el encuentro íntimo que los dos deseaban. Y había sido algo realmente magnífico. Contestó pletórico. Al otro lado, ella, no podía articular palabra. Pablo creyó ahogarse de incertidumbre y dolor.
Al fin, ella, le dijo: “Pablo, alguien nos ha grabado y lo están difundiendo. Todo el Instituto lo tiene”.

J. Yáñez.
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Redes Sociales. Usuarios activos
Facebook: 2.100 millones.
WhatsApp: 1.300 millones.
YouTube: 1.100 millones.
Instagram: 800 millones.

“Las plataformas engañan a los usuarios, ya que manipulan su atención, la redirigen hacia objetivos comerciales propios, y diseñan deliberadamente los servicios que ofrecen para que sean adictivos. Hay parecidos inquietantes con las empresas de juegos de azar.


Los monopolios de Internet no tienen ni la voluntad ni el interés de proteger a la sociedad de las consecuencias de sus acciones. Eso los convierte en una amenaza pública”
(George Soros, El País 18-2-18)

3 comentarios:

  1. Que bonito!!!
    No oire nunca a ese Narrador de cuentos de tu historia, pero dudo que me emocionara tanto como los tuyos.
    Un beso enorme

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  2. Lo mío es algo muy sencillo. Aquél lugar reúne todos los ingredientes de la auténtica magia. Un abrazo y muchas gracias.ufff

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  3. De la fantasía e ilusión de los narradores de cuentos a las Serpientes Monopolios que nos deboran. Buen relato.

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