NO MOLESTAR, estamos acordando, pactando o
repartiendo.
Y de
nuevo la desolación y el fastidio; la evidencia de que una vez más se están burlando
de todos nosotros, nos están utilizando, y ni puñetero caso a lo que les hemos pedido
y encargado. Les dijimos que éramos plurales, que teníamos diferentes
ideologías, que nos movían y animaban distintos principios, y que, teniendo eso
en cuenta, queríamos que hablaran, se pusieran de acuerdo y nos gobernaran,
limpia, clara y dignamente. Pues no, que no y que no. Que el cerrilismo, la
fachenda y la prepotencia individual, junto con la avaricia y el orgullo,
siguen campeando y siendo seña y florón corolario de nuestros próceres y dirigentes.
De esta guisa seguimos asistiendo a la feria
de los despropósitos, a la tramoya de las vanidades y a la grotesca función altisonante
de las cretineces. Los truhanes siguen defendiendo sus baladronadas, los
cerriles persisten, erre que erre, en sus imperativos inspirados por el recado directo
de sus dioses privados. Y hasta los nuevos cómicos de la legua se han acicalado
e impostado con trajes desproporcionados y ampulosos aderezos. Y así, el nuevo sambódromo
nacional está de juerga. La gran mascarada continúa con su bufonesco e hiriente
espectáculo.
Tenemos a “María Soliña” (famosa meiga
gallega del siglo XVII) empecinada en que sus desmanes y desatinos son “lo que
hay que hacer”. Y que sus rufianescas fechorías y las de sus secuaces son el
paradigma de la dignidad y la coherencia. Aferrada a la aritmética sagrada del “yo
saqué más”. ¡Menuda tropa!
Salen a escena de este Moulin Rouge, de cancanes y enaguas, la comparsa de los litigantes
de capa y espada. Y así, barones, condes, duques y archiduques, y hasta
abadesas con báculo y con mitra, se pasan por la entrepierna, cual enloquecidas
coristas de burdo cabaret, la voluntad soberana de los electores de base. Lo
suyo es dejar sus voluntades bien patentes y sus fechorías, a cal y canto, “aforadas”,
para que todos sepamos que su voz y su “malhacer” se imponen y valen infinitamente
más que lo que los de a pie pensemos. ¡Faltaría más! ¡Tremenda mascletá!
Las baronesas, tanto del sur como de otras
latitudes, juegan al despiste, cual si de un rigodón de máscaras se tratara. (De
carnaval venimos y estamos en Cuaresma). Y, así, exhiben su picardía malévola,
ahora tras el antifaz, ahora tras la mantilla de blonda y el abanico negro de los
regios desfiles de relumbrón penitente. Este país siempre ha sido de cortejo
procesional o chirigota bufa, según se necesite.
Para completar el plantel, aparece el nuevo
Oráculo de Delfos, la Sibila de Cumas travestida o, simplemente, el
telepredicador que todo lo parece saber, odiar y destripar. Ese que, cuando
pilla un micro y una cámara, peroratea las verdades indiscutibles que le han
sido talladas en granito durísimo por su sabiduría innata. Ese sabihondo al que
sólo le resta, levantar las manos hacia el cielo -en el que se supone no cree-
y lanzar un transido e histriónico ¡Aleluya! ¡Aleluya! Lo que parecía un soplo
de aire fresco, reducido a una bocanada fétida de ranciedad caducada, cinismo y
baladronada propia del títere y la farándula. Saltimbanquis que mutan de
principios y opiniones según sea necesario para el aplauso fácil, el voto irreflexivo
o el ministerio ansiado. ¡Terrible decepción! Una cosa es hablar -que siempre
es gratis- y otra apuntar maneras. Y, en eso, las apunta; vaya si las apunta el
adalid neonato. Y eso que no ha hecho más que el mero “paseíllo”, claro que con criatura, aspavientos y ósculo. Chasco
mayúsculo para quienes les creímos portadores de posibles y esencias.
Junto a todo este plantel, nos visita El Ingenioso
Hidalgo Don Quijote de la Mancha y su escudero Sancho. Tal vez bien
intencionados, ambos, aunque con distintas visiones y propósitos, pero
condenados lamentablemente a sufrir el mismo y descomunal mandoble. Se
agradece, no obstante, la dignidad y nobleza para unos tiempos repletos de
garrapatas y chamarileros. Pero aquí y ahora la cosa es al revés: “Mi vuestra
merced, que los que allí parecen no son molinos de viento, sino insidiosos gigantes”.
(Permítaseme la licencia).
Y aquí estamos nos. Con cara de gilipollas.
Mirando al paso del tren de nuestra historia con la beodez con la que miran las
vacas al paso del convoy que nunca se
detiene, pero que atropella. Mientras, el tiempo corre, la estupidez se perpetúa
en nuestras altas esferas y a los desesperados que les den por…. ya sabes. “Esos
son astrosos, bazofia y chusma”. Así nos califican.
Ante esta trabazón en la que nos mantienen
los eternos chalanes, tendríamos que hacer lo que el hábil Alejandro Magno, en el 333 a.C.,
ante el intrincado nudo denominado gordiano, que Gordias había trenzado y convertido en irresoluble. Darle un leñazo y se
acabó la farsa. Hartos de sus siniestros soliloquios, sus floripondios verbales
y sus máximas reveladas por los mismísimos dioses de los sutiles y encubiertos neo-dictadores.
Triste país éste en el que pacemos y
rezongamos, jugamos a la bonoloto y vamos de Navidades al Carnaval, a la Semana
Santa, a la Feria de Abril, a la Romería del Rocío, y al veranito en la playa,
la montaña o el pueblo. Hedionda miseria la de los miserables que no tenemos
más remedio que ramonear o pacer bajo la vara de estos pastores indignos y
falaces, y sus serviles perros leales y agresivos. Triste país el que lo
aguanta todo con devota paciencia.
j. yáñez
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