sábado, 2 de enero de 2016

(50) (2-1-2016) El supremo acto de la misericordia frente a la insensibilidad patológica imperante.



Reflexión para iniciar 2016.
 

 (foto tomada de)   http://elpais.com/elpais/2015/12/28/album/1451300329_997564.html#1451300329_997564_1451304301


Ante el desvalimiento y la intemperie en la que todos transitamos por esta vida, parece consustancial al ser humano el buscar refugio en héroes, guías, prohombres, campeones o ídolos. Cada cual nos aferramos a lo que podemos; a lo que creemos que nos sirve mejor para afianzarnos en nuestro trayecto, y paliar, de algún modo, la pequeñez personal y la soledad que nos circunda a todos. En ellos nos fijamos; a ellos entregamos, no pocas veces, nuestra admiración, nuestra fe ciega, nuestros intereses y hasta nuestras ilusiones, sueños y futuro. De ese modo es mucho más sencillo (aunque no lo pareciera) creer que ser incrédulo, declararse fan o hincha que discurrir “por libre”, ser teísta y devoto que ateo e irreverente. En esa misma línea, y por igual razón, aunque enfermiza y desproporcionada, se llega al extremismo, al fanatismo y a la idolatría obsesiva. (El consumismo es una forma perniciosa de idolatría).

Tal vez por esto estemos siempre tan dispuestos a creer en aquellos que se erigen ante nosotros como nuestros guías. A ellos les otorgamos nuestra confianza, por el mero hecho -sin constatar- de que ellos mismos nos dicen que son dignos de ella. Tal vez por eso, se dan fenómenos tan incomprensibles como volver a elegir, una y otra vez, a quienes, a todas luces, son mentirosos, indignos, defraudadores, insensibles, corruptos y avariciosos, incluso confesos y convictos. Nuestra patológica necesidad de amparo a cualquier precio se impone a nuestra razón, elemental equilibrio y sano juicio. “Ante un mal cabecilla o un indigno dirigente que ninguno”, parece clamar nuestro temeroso interior. Lo nuestro debe ser una terca vocación de vasallo, siervo o plebeyo persistente.

Es tiempo de despeñar a falsos guías y mirar a los pocos íntegros que existen. Es tiempo de Diógenes de Sinope. Se dice que por las noches se refugiaba, en lugar de en una casa, en una  tinaja de barro, y que, durante el día, deambulaba por las calles de Atenas con una lámpara encendida diciendo que “buscaba hombres” (honestos).

Dice el Papa Francisco, a quien considero uno de los pocos faros que nos guía, en este proceloso mar del siglo XXI, en el que todos chapoteamos como náufragos desorientados, que estamos podridos por un consumismo que nos sobrepasa y enloquece, mientras la miseria de los desfavorecidos y la insensibilidad ante ella nos carcome la entraña. Mientras, seguimos esbozando una sonrisa de estúpidos satisfechos y orondos, que debería hace palidecer al planeta.

Es este un hombre sencillo que sólo emplea la cordura y la misericordia en su obrar y su enseñanza.
“Cordura” proviene del latín “cor, cordis”: corazón, y el sufijo “ura” que significa actividad o resultado de. Así pues,   cordura no es otra cosa que ACTIVIDAD HECHA CON EL CORAZÓN.

“Misericordia” viene de “miser – i – cord - ia”. Veamos:  “miser” califica al ser desgraciado o que causa compasión. “i”: elemento de unión. “cord”: corazón. “ia”: sufijo que indica cualidad o virtud. En resumen: VIRTUD DEL QUE PONE SU CORAZON -SEDE DEL SENTIMIENTO- A FAVOR DE QUIENES SUFREN.

Por qué será que lo realmente verdadero es siempre sencillo y claro.

 j. yáñez






1 comentario:

  1. Demasiado a menudo la desesperanza llama a nuestra puerta, cuando comprobamos que no podemos cambiar el mundo. Los proyectos que emprendemos para ello, ya de por sí modestos, acaban enredados en la mediocridad y los intereses personales. Las grandes reformas nunca llegan, y las personas acaban entregándose, siempre, al último charlatán que llama a su puerta.Parece que ningún avance es alcanzable, que todo será siempre igual, triste y ponzoñoso.

    Eppur si muove. La fría estadística dice que, a pesar del ruido mediático que nos atonta, cada año que pasa el mundo es un poco menos violento. Cada año que pasa hay menos muertes humanas por desnutrición. Cada nuevo año, aunque no lo parezca, somos un poco menos cainitas y un poco más conscientes.

    Participamos de la corriente de un río mucho mayor que nosotros y cuyas dimensiones no podemos abarcar. Si muove!, avanza, y nuestra propia consciencia, dolorosa, de todo lo injusto que aún permanece, es la mayor prueba de ello.

    Un fuerte abrazo y gracias por reabrir esta ventana.

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